jueves, 15 de marzo de 2018

MI PRIMERA EXPERIENCIA



  <<Manolo, este es Roberto. Roberto, este es Manolo>>, así nos presentó Eleuterio Antón (responsable técnico de la federación de ciegos en esas fechas), en el aeropuerto de Barajas, minutos antes de tomar un vuelo destino a Tokio.
 A Manuel Garnica, atleta invidente, le había surgido un maratón internacional en Japón y su guía habitual no podía realizar el viaje. Necesitaban un maratoniano que se moviera en marcas entre 2h25’ y 2h30’, que fuera fiable y serio para comprometerse con la responsabilidad de guiar a Manolo durante 42 km y pico. 
Normalmente, para este tipo de carreras, suelen ir dos guías. Así se reduce la posibilidad de que un mal día de un guía estropee la carrera del atleta invidente. La propuesta llegó a mi entrenador, Carlos Llanos, y accedimos a responsabilizarnos. Pedí permiso en el trabajo, por aquella época trabajaba como iluminador en el canal de noticias CNN+, y tras un mes de entrenamiento específico estaba en un avión dirección a Japón. 
Dos desconocidos, sentados uno al lado del otro, con diez horas de viaje por delante, sin ninguna escapatoria tanto para él como para mí. ¿De qué hablar? Pues de que va a ser, de atletismo, entrenamientos, series… Si ya de por sí la empresa a realizar me alteraba los nervios, la conversación con Manolo me confirmó que la tarea no iba a resultar fácil. Manolo corría tanto como yo, o más. Las dudas empezaron a florecer en mi cabeza: ¡Y si no soy capaz de aguantar su ritmo! ¡Cómo explicar, a la gente que ha confiado en mí, que les he fallado! ¡Cómo mirar a la cara a Manolo y pedirle disculpas por fastidiarle el maratón!

   <<Bienvenidos a Japón, y rápido, venga rápido>>, más o menos es lo que pudimos comprender a las dos chicas japonesas que nos estaban esperando en el aeropuerto. Nos subieron, a toda velocidad, en un autobús de línea y nos dieron unas instrucciones que no entendimos nada. Un viaje en autobús por la Japón profunda y sin saber cuál era el destino. Tras una hora de viaje, de pasar por diversos pueblos, de ver subir y bajar gente, llegamos a la última parada donde un taxi nos estaba esperando para llevarnos al hotel. Habíamos salido el jueves de España, el domingo era el maratón y el lunes nos volvíamos. ¡Un viaje relámpago!
El maratón fue a las diez de la mañana de un día soleado del mes de abril. Para mí, la hora del inicio de maratón era un poco tarde. En Japón, amanece muy pronto, a las diez de la mañana, el sol lleva despierto unas cuantas horas. Aunque hacía un tiempo primaveral, yo tenía la sensación de calor, y eso aumentaba, todavía más mis dudas. ¡PUM! Disparo y a correr. S los japoneses eran unos kamikazes, nosotros más..., el primer kilómetro a 3'20''. ¡ A ese ritmo no aguanto el maratón!. Afortunadamente, solo fue el primer kilómetro. Cogimos velocidad de crucero maratonitana, y zancada a zancada, confianza a confianza, disfruté muchísimo del maratón, que en su mayor parte transcurría entre campos de arroz.
Hicimos podium en el campeonato internacional y si no llega a ser porque a Manolo le salió una ampolla en un pie que nos hizo aminorar el ritmo, hubiera hecho marca personal.


Esta fue mi primera experiencia como guía de un atleta invidente. Han pasado unos cuantos años y mi visión del atletismo adaptado ha cambiado. Donde otros ven atletas con una discapacidad, ya puede ser: visual, física, intelectual, ..., yo simplemente veo ATLETAS